Son los kilómetros que separan Barcelona de Cali, los dos emplazamientos geográficos entre los que transcurre la vida de Karen Sandoval. En el primero reside y construye actualmente su vida, aunque con un ojo puesto en Madrid a donde llegó con doce años y sigue viniendo con frecuencia. En el segundo nació en 1987 y permanece quien ella es. Una concreción tan abstracta y nuclear como su identidad y sus raíces, las que su ser y estar en el mundo y que sigue viendo cuando se observa o se tropieza con su reflejo en el espejo, lo que denota cómo percibe, interpreta o siente cuanto ocurre a su alrededor.
Una distancia física, psicológica y anímica, metabolizada, recreada y sintetizada en las cuatro creaciones que ahora nos presenta en Cámara Oscura Galería de Arte. Un viaje mental y emocional en el que une la naturaleza, la historia y las convenciones filtradas por los códigos de la geografía, la huella del colonialismo y los afectos de la familia. Una constelación kareniana convertida en contemporánea y ecléctica con la introducción muda de la música, de fragmentos de la letra de Pscyhe, tema coescrito, coproducido e interpretado conjuntamente en 2010, entre el trip hop y el soul, por Massive Attack y Martina Topley-Bird.
Doña Fani, Doña Inés, Doña D y Monomono. Creaciones textiles con apariencia de collage, además de intención paradójica. Aunar el plano único de la bidimensionalidad pictórica con la tridimensionalidad de la escultura partiendo de superficies ligeras -algodón, organza cristal, tul- valiéndose de la delicadeza de su transparencia y la consistencia de su almidonado.
Cualidades prorrogadas por el hilo de algodón egipcio o de poliéster con el que durante muchos minutos, horas, días y semanas ha dado las puntadas -unas absolutas, otras introductorias de elementos como flores preservadas, cuentas de cristal, cinta de organza o lentejuelas- que han cimentado la figuración que vemos y la trascendencia que percibimos.
Un bordado, complementado con pintura textil previamente aplicada, con intención estética, narrativa e introspectiva. Manualidad con la que busca conjugar armonía visual, concretar personas y momentos y atrapar simbólicamente la atemporalidad del pasado. Magia y prestidigitación con que mantener presentes y proyectar al futuro a las cuatro mujeres que describen y albergan estas cuatro obras.
Referentes y testimonios del Cali en el que Karen creció, de un hogar donde lo textil y las máquinas de coser eran ambiente y conversación. Atmósfera y cotidianeidad fijada en su persona y motivo por el que hoy los asocia a la memoria de cuyos rincones resurgieron cuando estudiaba Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y buscaba superar las limitaciones -volumétricas y, por tanto, vivenciales- de la pintura.
Primero experimentó con elementos como alambres para conseguir ese objetivo, después descubrió como el bordado podía ser un medio más sutil, delicado y efectivo para interrogarse y expresarse, mostrarse y comunicarse. Un proceso que comienza dibujando, esbozos muy simples con los que fija sus ideas sobre el papel o en el apartado de notas de su teléfono móvil, soportes en los que también escribe de manera clara y explicativa las instrucciones que se propone seguir. Retazos que después une y desarrolla hasta llegar a resultados como los que ahora vemos en esta exposición.
Su norma suele ser digitalizar lo trazado con rotulador en esos dibujos manuales, y ya informatizados, vectorizarlos para agregar elementos con que afinar lo que pretende y cuando considera tener lo que pretende, lo imprime sobre la tela. Aunque en ocasiones, como en Doña D, cuanto vemos es netamente digital y con trazas de inteligencia artificial. Obras caracterizadas por la asepsia de colores planos -reserva los llamativos para sus dibujos, tondos de animales tropicales-, vacío que le permite protagonizar lo que se propone reflejar.
El negro, la mezcla de todos los colores, está presente en su universo desde que, cursando el Máster en Investigación, Arte y Creación, rehuía el espíritu academicista y la tesis conceptual que allí le exigían, y el asunto del colonialismo le apelaba de manera emocional. Inquietud que desde entonces forma parte de su reflexión, simbiosis de oscuridad y sistema de castas, negación y limpieza étnica, que ya en 2016 plasmó en una serie de grabados de formato triangular, Tente en el aire y No te entiendo.
Súmese a todo esto, los tamaños (47,5 x 59 y 69,5 x 142 cm) y la instalación que Karen diseña para sus obras (sin marcos y con una estructura de barras y tiras). Proximidad y escala casi 1:1 con la que genera la ilusión del diálogo y la sugestión de la experiencia directa. Sus creaciones son la materialización de una necesidad expresiva y una voluntad de diálogo con la que su espectador, cualquiera de nosotros, puede conectar e identificarse, o sentir el estímulo que, a través de lo que observamos e interpretamos, nos impulse a indagar en el proceso de formación y evolución de las imágenes y sensaciones que concretan quiénes y cómo somos.


 Lucas Ferreira
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